Su lugar favorito del mundo

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Su lugar favorito del mundo, curiosamente, no es un lugar. Es una manera de ser, un sentimiento, una emoción.

A lo lejos, tan solo el horizonte; un paisaje idílico que invitaba a reflexionar sobre el tiempo vivido y sobre ella misma. Y allí está, como el que espera que la certeza llegue como llega un vendaval arrastrándolo todo a su paso…cambiando su mundo.

Se ha pasado la vida creyendo que tenía el derecho a equivocarse una y mil veces, cuando la realidad es que cada oportunidad que se nos brinda es única y no se volverá a repetir. Que no se trata de ser perfecta, sino de ser perfectamente imperfecta – así le gusta definirse -.

Porque ella nunca ha querido ser la reina del baile, ni la mejor de la clase.

Nunca ha querido encontrar al príncipe azul que la protegiera de todo; ella se protege sola.

Nunca ha querido destacar; de hecho, le encanta pasar desapercibida.

Nunca ha querido ser la mejor; nunca le ha gustado competir en nada.

Tan solo es ella.

La que muestra orgullosa sus defectos a quien quiera descubrirlos, de la misma manera que otra persona luciría sus trofeos. Sus cicatrices pasadas son sus medallas.

Tan solo es ella.

La que siempre intenta estar ahí cuando la necesitan – aunque no siempre lo consiga- …pero no soporta que nadie la consuele y la compadezca.

Tan solo es ella.

La que aparentemente se acuerda de todo pero tiene un desastre de memoria y lo que nadie sabe es que los post-it y las alarmas son sus superpoderes.

Tan solo es ella.

La que cree que la magia no sólo es para los magos; magia es convertir un momento compartido en un recuerdo inolvidable.

Tan solo es ella.

La que llora cuando lo necesita, siempre a solas.
La que sonríe sin motivo cuando recuerda algo bonito.
La que ríe a carcajadas sin importar quién la esté mirando.
La que maldice cuando algo le parece injusto.

Tan solo es ella.

Una ella perfectamente imperfecta en su lugar favorito del mundo: hoy

SGS

«Sueños al alcance de la mano»

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Es curioso las vueltas que da la vida; nos preparamos para todo lo bueno y lo malo que está por llegar y así van pasando los días. Y un día, sin apenas darte cuenta, eres consciente que algo que anhelabas con fervor desde hacía mucho tiempo está a punto de cumplirse.
No hay miedo, tan solo expectación e ilusión por empezar una nueva vida.

Empezar una nueva vida con la persona a la que amas, ¿hay algo mejor?

Todo el mundo habla siempre de lo estresante que es una mudanza; de la cantidad de cajas y cosas que hay que transportar y de la cantidad de cosas que hay que comprar. Pero nadie habla nunca de los preparativos; de los días previos. El día que empiezas a coger todas tus cosas, tus recuerdos, tus ilusiones y los objetos que materializan tus vivencias en cajas. Nadie habla de la nostalgia que se siente al coger cada uno de los objetos.

Estos días están pasando por mi mano – y por mi corazón – todos mis recuerdos e ilusiones.

Lo álbumes de fotos de nuestros viajes: Punta Cana, Riviera Maya, Egipto y, nuestro viaje más especial, Tailandia. Nuestro pequeño paraíso. El recuerdo de una época feliz, donde descubrimos un nuevo mundo que nos enamoró a los dos.

Las figuras de El señor de los anillos, El Hobbitt, y las réplicas de las espadas, una figura de Perdidos y muchas cosas más. Sonrío al guardarlas. Vienen con nosotros, claro que sí.

Y, cómo no, todos nuestros libros. Hice un inventario, así  a lo loco, para poder tener un control de los libros que tenemos por si había alguno repetido y para decidir cuáles íbamos a donar. Al final ninguno, él me dijo: «Sandra, es nuestro legado, no podemos desprendernos de él». Así que me toca meterlos todos en cajas y llevarlos a nuestro nuevo hogar. No os podéis imaginar cuántos libros tengo…¡una burrada! Se nos está yendo de las manos, ya os lo digo.

Un día los puse todos encima de la cama para ir metiéndolos en cajas y, he de decir que tardé más de la cuenta. Aparecieron libros de mi infancia, de mi adolescencia y libros más actuales. Todos han pasado por mis manos. Los recuerdos vienen a mí.

Tenía doce años, creo, la primera vez que entré sola en una librería. No sabía cuál escoger y le pregunté al dueño. Me recomendó «La historia interminable» de Michael Ende. «No podrás dejar de leer, me dijo». Y tenía razón. 

Pasé esa noche tapada con las sábanas y con una linterna, leyendo el libro…y no pude parar. 

Porque hay libros especiales, que te marcan y dejan una huella imborrable.

Una tarde cualquiera, cuando apenas era una adolescente, mi hermano me llevó a una librería. Era la primera y última vez que iríamos juntos a una librería. Al entrar me dijo:

– Escoge el libro que quieras. Te lo regalo. 

Mis ojos brillaron de ilusión. Tantos libros por escoger, tantas historias escondidas entre páginas y yo tenía que escoger sólo uno; el que se convertiría en mi libro más especial, por todo lo que conlleva. Paseé por los pasillos, mirando cada portada, leyendo cada contraportada y al final, uno me llamó la atención; aunque creo que fue el libro el que me escogió a mí. Me estaba esperando. 

– Me quedo con éste, ¿qué te parece? Aunque creo que no es para niñas.
– 
«La casa de los espíritus», de Isabel Allende. No hay edad para los libros, Sandra. Si estás preparada para leerlo, léelo. 

Y estaba preparada. Es el libro que más veces he leído en mi vida, por la historia de mujeres fuertes que salen adelante, pase lo que pase. Lo convertí en mi historia. 

Cuatro años después él murió. Y me daba tanta pena desgastar el libro que me regaló que compré más adelante otra edición, y otra, y otra.

Me gusta regalar este libro a la gente que quiero, es algo curioso y no sé porqué, realmente. Pero hay un momento cuando conozco a alguien, que me apetece hacerlo. Supongo que quiero tener la sensación de que mi recuerdo sigue vivo en aquellos a los que aprecio; que no sólo les regalo un libro, es algo más: les regalo mi nostalgia y mi ilusión, aunque muchas veces ellos crean que tan solo les regalo un libro. El significado real a menudo me lo guardo para mí.

Y ahora estoy aquí, rodeada de cajas por llenar, de libros por guardar, de recuerdos imborrables que me acompañarán allá donde voy y formarán parte de mi nuevo hogar.

No hay nada más bonito que poder compartir con la gente que quieres tus ilusiones. Poder llamar a alguien con quien hace tiempo que no hablas y poder decirle: «¡lo he conseguido!» y saber que tu ilusión es su ilusión.

SGS

Hasta siempre

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Eras un luchador. Y como un luchador te fuiste. Me resulta curioso hablar de ti en pasado. No me acostumbro; a pesar que hace mucho que dejaste de ser TÚ.

Te alegrará saber que tus hijas te recordamos como el hombre que eras antes de enfermar: el padre gruñón que siempre nos echaba la bronca, pero tenía un gran corazón. Que nos quería pero no sabía como demostrarlo. Nosotras lo sabemos, por eso no sufras.

Ayer fuimos a comer y estuvimos contando anécdotas de tu vida. Y sonreímos.

Sé que no tenías miedo a irte, tenías miedo a no vernos más. Aunque ya no estés con nosotras, te recordaremos siempre.

Por fin estás con tu hijo, hace mucho que te espera.

Son unas fechas extrañas… Todo el mundo celebrando el comienzo de un nuevo año y nosotras velándote en el tanatorio. Pero no importa cómo termina o empieza un año; lo que importa es la actitud frente a un nuevo día.

La vida es una rueda. Calma, tormenta y calma otra vez. Y así siempre.

No te olvidaremos.

Hasta siempre, papa.

SGS

Una de las mujeres más importantes de mi vida: mi abuela #DíaMundialdelAlzheimer

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Es verdad aquello que dicen que la memoria es frágil; que no hay nada peor que el hecho de que tu mente te engañe, que la cubra una sombra oscura que vaya apagándose poco a poco hasta no poder reconocerte en el espejo. Y sí, puede que sea frágil, pero en mi memoria siempre quedará aquella mujer que me cuidó de pequeña, el pilar de mi infancia: mi abuela.

No recuerdo cómo empezó ni cómo nos dimos cuenta; fue algo progresivo y rápido, muy rápido. Se fue en apenas unos meses, no porque el alzheimer se la llevara, no…. se la llevó la pena de verse a sí misma cómo estaba. Da igual lo que dijeran los médicos; murió de pena.

Primero fueron algunos comentarios fuera de lugar o preguntas que se repetían una y otra vez a lo largo de una tarde.

Es curioso, nos pasamos la vida aprendiendo para que venga una enfermedad traicionera que nos obliga a desaprender.

Recuerdo un día que se puso a llorar a la hora de comer. No sabíamos qué le pasaba. Simplemente, con la cuchara en la mano y el plato delante, se puso a llorar como una niña. ¿Qué le pasaba? Que no sabía qué tenía que hacer con la cuchara, así de simple, triste, vergonzoso y humillante. Aquella mujer de noventa años, tan poquita cosa ella…mi abuela, lloraba sentada en la mesa porque no sabía utilizar una cuchara. Y yo, llorando con ella, cogí la cuchara y le di de comer al igual que ella lo hiciera conmigo treinta años antes. Más adelante me tocó hacer los mismos «avioncioncitos» que me había hecho ella cuando era un bebé con tal que comiera.

Fue una mezcla de ternura y tristeza, a partes iguales. No se puede explicar la sensación.

Al cabo de poco tiempo dejó de reconocernos. La verdad es que la sensación – por lo menos las primeras veces – no deja de ser chocante. Tú miras a una persona que ha estado toda tu vida a tu lado y te pregunta: «¿quién eres? ¿te conozco?». Y dices tu nombre con la esperanza que lo asocie a tu cara, pero no. El nombre le provoca una sonrisa que se torna en desconfianza por no poder asociarla a esa cara. ¿Qué haces entonces? Dejarla. No insistir porque no quieres que su mente le haga más daño.

Solo hay algo útil que puedes hacer.

Te vas a la cocina y sentada en el suelo apoyando la frente en las rodillas lloras de impotencia hasta que no puedes más. Lloras porque no hay nada que puedas hacer por ella más que darle de comer, cambiarle el pañal y seguirle la corriente… volviendo al principio de todo, como si fuera un bebé.

Devolviéndole todo lo que hizo por ti cuando viniste al mundo. Y nada más.

Esperar a que la mente se lleve a la persona que un día fue y rezando por que se acabe pronto. Fueron apenas ocho meses, sin duda los más largos de su vida.

Pero lo bonito de todo es que los recuerdos son imborrables: las veces que me hacía mi comida favorita, cuando me daba un beso antes de ir a dormir, cuando me levantaba para que fuera al colegio, cuando veíamos una película antigua juntas…y mil recuerdos más que quedarán en mí para siempre.

SGS

El mundo desde lo alto de un castillo…

Un paraíso al pie de un castillo

Días en los que necesitamos un respiro. Un punto de inflexión entre un antes, un ahora y un para siempre.

Días en los que sentimos que todo momento es ahora y todo va a salir bien.

Días en los que miras hacia la playa y observas el infinito sintiendo que puedes ser y hacer lo que quieras.

Últimamente estoy muy reflexiva – aunque no lo haya compartido con vosotros – y muchas veces me paro, miro hacia adelante y pienso «da igual lo que haya pasado, siempre se puede avanzar».

Pero no se trata solo de desearlo, sentirlo o anhelarlo. Las palabras y los pensamientos se los lleva el viento. Se trata de hacer.

Todos nos hemos sentido a veces estancados en nuestra vida perdidos en un mar de dudas, soñando con un futuro mejor; creyendo con todas nuestras fuerzas que si aguantamos el dolor durante un tiempo que se hace infinito al final llegará una recompensa. Habrá merecido la pena sufrir. Pero el tiempo es efímero y el presente un día se convierte en pasado, así que el dolor nunca es recompensado; siempre dejará una huella que se convertirá en cicatriz, cambiando nuestro carácter por el dolor pasado.

¿Y dónde queda entonces el ahora? Lo dejamos aparcado en un segundo plano, como si no fuera importante. La vida ya es bastante perra a veces y nos sorprende arrancando de nuestras entrañas la felicidad como para creer que hay algún tipo de dolor que es merecido. Ninguno lo es.

Quiero pensar que el hecho de que yo me sienta bien no depende de algún mágico presagio que me regalará el destino y que yo debo sentarme a esperar pacientemente. Me niego a esperar.

Se trata de sentir que cada día es especial o por lo menos productivo; sentir que haces algo y que no solo te sientas a esperar a que algo suceda.

Mis días son largos ahora… pero tengo mucho que hacer. Historias, proyectos y anhelos por cumplir.

Desde mi perspectiva, haré lo que tengo que hacer.

La sonrisa volverá a ser natural y genuina.

Porque voy a hacer que ocurra.

Voy a ser lo que quiera ser.

Sin más historias.

Porque sí.

Porque ver el mundo desde lo alto de un castillo te llena de esperanza.

SGS

Érase una vez una niña llamada Sílvia

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Érase una vez una niña llamada Sílvia que un día decidió perseguir sus sueños hasta conseguirlos.

De pequeña era una niña risueña y divertida ; todas las niñas querían ser sus «mejores amigas».

Se enamoró muy jovencita y fue feliz durante mucho tiempo. Cometió errores…¡y quién no! Pagó un alto precio, puede que demasiado. Esos errores marcaron su futuro y, la que fue una de las peores semanas de su vida, en la que se juntaron muchas tristezas, ella se encerró en sí misma y tardaría mucho tiempo en encontrarse.

Encontró muchas historias de amores presentes y efímeros que acallarían la necesidad de cariño que siempre la acompaña. Lo que no sabe es que su felicidad en el amor algún día llegará; que se hace de rogar porque será muy especial.

Muchas veces ella cree que su destino es la soledad y es ésta la que la acompaña en su día a día.

Pero ella sabe que hay hermanas que son amigas y, a veces y solo en contadas ocasiones, hay amigos que son hermanos; ella tiene a su lado a alguien al que quiere como quería al hermano que un día se fue.

Su círculo de amigos más íntimos crean una barrera de protección en torno a ella para protegerla de los males mundanos y siempre están ahí cuando los necesita. Siempre. Sin excusas. Sin exigencias.

Tiene una hermana que a veces la trata como a una hija – y quizás en esto se equivoca -; que le hace tortilla de patatas y lomo rebozado solo porque sabe que así la hace sonreír, aunque sea un poquito. A veces un gesto dice más que las palabras y es así como su hermana le demuestra su cariño.

En la época en que su tristeza estaba más marcada decidió dar un cambio radical y enfocar su vida hacia una profesión muy diferente a lo que había hecho hasta entonces. Antes de terminar se dio cuenta que quizás ese camino no había sido el más acertado, ya que no la iba a hacer feliz.

Entonces tomó la gran decisión de su vida y enfocó su vida en lo que había hecho siempre, pero de manera diferente. Decidió emprender, esta palabra tan de moda y que esconde una gran valentía y sacrificios.

No lo tuvo fácil. No encontró todo el apoyo que esperaba, pero ella es una mujer muy decidida y no iba a dejar de perseguir su sueño porque creía en él.

Su hermana no estuvo a su lado en esa época todo lo que le hubiera gustado, ya que en esa época -por razones que el tiempo se ha encargado de desdibujar- no estaban muy unidas. Pero ésta se siente muy orgullosa de lo que ha conseguido.

No estuvo sola; otros la acompañaron en el camino y no se equivocaron . Ella no tuvo miedo de emprender y, junto a su socia y demás, ahora se dedican a regalar un trocito de felicidad a quien lo necesite.

En cuanto al amor, éste llegará; hay muchas personas que pueden ser «el amor de su vida» y, cuando menos se lo espere, aparecerá y será cuando por fin, yo consiga verla completamente feliz.

SGS

A mí también me enseñaron…

(Le dedico esta entrada a una chica que me sigue y que hoy ha escrito sobre el mismo tema del que yo voy a hablar. Espero que mi experiencia le sirva para algo).

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Hubo un tiempo en que había una palabra que estaba muy de moda, todo el mundo sabía lo que era; pero al igual que la chica a la que dedico esta entrada, a mí también me enseñaron lo que es la palabra MOBBING… y lo aprendí muy bien. Es algo que no le he contado a nadie, o no se lo he contado con demasiados detalles porque era demasiado doloroso e insultante. Espero que mis palabras sirvan para alguien que lo haya vivido o lo esté viviendo y quién sabe, le ayude en algo; quizá sirvió para algo.

El porqué todavía no me lo explico. No me considero una persona insegura en ningún aspecto, soy consciente de mis habilidades y de mis defectos y los acepto; por eso no he llegado nunca a entender cómo me dejé manipular y denigrar de esa manera. Fue mi primer trabajo como educadora infantil y esta fue mi experiencia.

Lo que decía:

A mí también me enseñaron lo que es levantarte para ir a trabajar y vomitar la cena de la noche anterior por miedo.

A mí también me enseñaron lo que es adelgazar sin motivo por el estado de nervios en que te encuentras.

A mí también me enseñaron lo que es coger el coche y desear tener un accidente para no tener que ir a trabajar.

A mí también me enseñaron lo que es emplear tu hora de la comida para llorar desconsolada mientras la cocinera de la guardería te dice que te vayas, que no vale la pena, que tres chicas habían pasado por lo mismo antes que yo y apenas habían aguantado quince días… y yo llevaba tres meses.

A mí también me enseñaron a recibir insultos, palabras de asco, humillaciones y creértelo.

A mí también me enseñaron a mirarme al espejo y ver a una inútil en el reflejo.

A mí también me enseñaron a no contarle a nadie lo que te pasa porque crees que mereces lo que te ocurre.

Me enseñaron tantas cosas…

Era mi primer trabajo como educadora infantil. Todo eran ganas de empezar, ilusión y motivación. Al principio todo fue muy bien. Yo estaba de auxiliar de aula, pero al cabo de dos meses mi compañera tuvo un accidente de tráfico y cogió la baja. Como yo ya me había hecho con los niños y los padres la directora decidió que yo me encargaría de la tutoría del aula y la coordinadora del centro haría de auxiliar para no tener que contratar a nadie. Fue aquí cuando empezaron los problemas. Una vez en clase, la coordinadora me dijo que yo no tenía ninguna titulación universitaria así que ella haría de tutora, que lo había hablado con la directora y seguiría de auxiliar.

Desde el primer día todo fue mal. Lo primero que me dijo fue que yo estaba allí exclusivamente para cambiar pañales, que era para lo único que servía. Lindezas como esta fueron la constante día a día. Yo no contestaba porque estaban los niños delante y no quería montar ningún numerito delante de ellos y ella se aprovechó de ello.

Y así fueron pasando los días hasta que sucumbí a la tristeza, los vómitos, la frustración y el pánico por ir a trabajar.

La cocinera era la única que hablaba conmigo y me creía; me decía que solo había una solución: marcharme. Que la coordinadora no iba a parar hasta que me fuera; pero yo me negaba, había una parte de mí que todavía conservaba una pizca de orgullo. No había salido adelante habiendo enterrado a un hermano y cuidando durante dos años de una abuela con alzheimer para que ahora una indeseable me amargara la vida y encima ganara.

Me gustaría poder decir que gané la batalla, que finalmente le planté cara y todo terminó. Pero la triste realidad es que no fue así. Finalmente me rompí y tuve que irme por la puerta de atrás. Pedí hora al médico porque quería pedirle un par de días libres con la excusa que me dolía una muela y juntarlo con un fin de semana, así tendría cuatro días libres para desconectar y renovar energías. Pero en cuanto el médico me vio intuiría algo porque me preguntó si me pasaba algo, y no pude hacer otra cosa que empezar a llorar y soltarlo todo. Me dio la baja inmediatamente y dijo que yo no podía volver a ese lugar de trabajo.

Cogí la baja durante un tiempo. Finalizó mi contrato y como era una guardería pública tuve que ir al ayuntamiento en cuestión a buscar los papeles. Solo encontré malas caras de la responsable de recursos humanos, así que al final le conté lo que ocurría en esa guardería y acabé por quejarme a la Generalitat. Conseguí que la echaran, pero no lo que no conseguí fue consuelo ni una palabra de perdón.

Esta experiencia dejó huella en mi durante un tiempo, me hizo sentir insegura. Volví a trabajar en una guardería y no era yo. Necesitaba la aprobación de mi compañera para todo lo que hacía; ella fue muy comprensiva cuando se lo conté y me dijo que me dejara llevar, que disfrutara de la experiencia, así que poco a poco, volví a encontrarme.

Por diversas razones los siguientes años tuve que dedicarme a trabajar de administrativa, algo que se me da bien y aunque no me gusta igual, también lo disfruto.

Años más tarde de mi triste paso por la primera guardería hice un curso de Inteligencia Emocional orientado para trabajar de cara al público, donde se enseñaban estrategias para tratar con la gente. Uno de los temas que se trató fue el mobbing. La chica que daba el curso es psicóloga, coaching y experta en inteligencia emocional y me ayudó muchísmo a entender el porqué de mi experiencia. En un principio no entendí muy bien lo que me decía, pero con el paso del tiempo creo que ya lo  he entendido.

Me dijo que las personas que – como yo – son atacadas así en un trabajo en el fondo no están siendo atacadas por hacer algo mal, sino más bien todo lo contrario. Ella me dijo que es la envidia lo que mueve este tipo de ataques, por llamarlos de alguna manera. Que la insegura es la persona que ataca con insultos, humillaciones y vejaciones porque siente que le están pisando su terreno, porque sienten que eres una competencia directa y se sienten vulnerables. En ese momento sentí que la estaba excusando, que no entendía que la que sufría la humillación era yo.

Creo que ahora que ya ha pasado mucho tiempo puedo entenderlo. Ella sentía que yo le quitaba el cariño de los niños, pero lo que ella no sabe es que para mí nunca fue una competición y pagué un precio muy alto por su incapacidad para entenderlo.

Esta es una de las entradas más duras que he tenido que escribir porque es algo que no suelo contar con tanto detalle, porque duele. Duele pensar que un día me dejé pisar, insultar y hundir.

Que finalmente perdí y me tuve que ir por la puerta de atrás.

Espero que mi experiencia, lo que he contado, le sirva a alguien que lo esté viviendo en primera persona.

Y como siempre, gracias por leerme.

SGS

Érase una vez un sueño imposible…

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«Trece años después, en el aniversario de su muerte, él fue a buscarla. Sabía que ella seguía esperándolo en aquellas escaleras, el mismo día del año, con la esperanza de verlo a lo lejos y escuchar el rugir de su moto. Por fin su sueño imposible se había cumplido.»

Hoy hace trece años que te vi por última vez. Trece. Se dice pronto, pero en realidad es toda una vida. Te has perdido tantas cosas…

Va a ser una semana difícil, llena de recuerdos tristes imborrables y de recuerdos entrañables, como los que vivimos esta misma tarde hace trece años. ¿Dónde está mi hermano mayor ahora? Te sigo echando tanto de menos…

Me prometiste que volverías a buscarme; me prometiste un paseo que sigo esperando. Soy una egoísta, lo sé, pero sigo esperando. Vuelve. Vuelve y pasemos unas horas juntos. Llévame en la moto por la autopista hasta el Montseny, como hacías con tus amigos y al volver yo ya no estaré. Me cambio por ti.

Sigo pensando lo mismo que el primer día; sigo pensando que ojalá hubiera sido yo la que se fue ese día y que tú estuvieras llorando mi pérdida. Me hubiera cambiado por ti una y mil veces; aún hoy me cambiaría por ti.

¿Pero qué digo? Son imposibles. Sueños imposibles.

Aprendo de ti y afrontaré esta vida tan puta, perra y egoísta y pasaré la semana luchando entre sonrisas y lágrimas; te prometo que lo intentaré.

No hay piedra que no podamos afrontar ni aguantar ni tragedia que no podamos superar. Sigo intentándolo día a día, es mi lucha personal.

Suele decirse que idolatramos a los que ya no están, que los subimos a un pedestal y nadie estará nunca a la altura. No es verdad. Que no sea objetiva no me convierte en ignorante. Luchaste con fiereza por lo que querías, arriesgando y sacrificando cosas que consideraste secundarias e innecesarias. Muchos decían que vivías con prisa, como si la vida se te escapara entre los dedos…y tenían razón.

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Gracias por todas las lecciones y todo el amor, Toni. Te echo de menos.

«Sigo aquí; el dolor es mi privilegio porque si puedo sentir dolor puedo experimentar el placer.»

Tu niña

Nota: A mis niñas, estoy bien. Solo es una entrada más, un desahogo. No estoy triste ni lo voy a estar; tengo demasiado en qué pensar y demasiadas cosas que hacer. Don’t worry! Mar, esta semana intento haceros una visita, prometido. Mari, ¿coffee?