Reseña «Ausencias» de Daniel M.Givaudan

Mi querido amigo Daniel ha publicado un libro. Y no puedo estar más orgullosa. 

Experto mago de las palabras llenas de dolor y de nostalgia, toda una proeza. No todo el mundo es capaz de expresar así los sentimientos más profundos y desoladores. 

“¿Has sentido alguna vez que te faltaba el aire por algo que ya no está?”

Esa tristeza, disfrazada de nostalgia. 

Ese dolor latente, tangible, de saber que ya nada será igual. 

Que la palabra AUSENCIA es más que ocho letras. 

La ausencia es un vacío que ocupaba alguien que ya no está y que no volverá. Ya no forma parte de tu vida. Dejas ir. Dices adiós. Y duele, claro que duele. 

La vida son etapas, dicen. También dicen que el tiempo todo lo cura. Tantas cosas se dicen… 

Y a ti te da igual lo que digan, has tomado una decisión racional. La razón por encima del corazón. El corazón te dice una cosa, te dice “era ahí, ¿no lo ves? sigue intentándolo, él algún día también lo verá” y la razón, más cabal, te dice que no, que tú no convences, tú no persigues, tú te alejas de donde claramente no es. Porque tú no regalas tu amor incondicional a cualquiera. El amor consiste en hacer feliz a alguien como te gustaría que te hicieran feliz a ti. Tienes que irte, pequeña. Ahí no era. 

“Este es el momento en el que la tormenta ya pasó y nos enfrentamos a los restos del naufragio.”

Un naufragio que arrasa con todo a su paso. 

Las ilusiones. Los sueños. Las esperanzas. Se lleva todo con lo que un día soñaste: una nueva vida llena de magia. 

Imaginaste una vida plena y el destino, caprichoso y cruel, insistió en no concederte ese deseo. 

Te lo arrebató sin haber tenido la oportunidad de saber si tu intuición era acertada. 

No hay nada peor que perder algo que nunca has tenido, que has tenido al alcance de la mano y tener que renunciar a intentarlo siquiera. Has tenido la magia con la que siempre habías soñado a apenas un milímetro, se ha esfumado entre la neblina y se ha convertido en recuerdos de un pasado que ya no volverá. 

“Temores.

Dos cosas a las que siempre temí: 

El final del verano. 

El olvido.”

“Después de aquella tarde no nos volvimos a ver. 

Era de esperar. Nuestros silencios fueron más fuertes que nuestras palabras.”

Las palabras, las promesas, no son nada si no se acompañan de actos. 

Llora, pequeña, llora. Las lágrimas curan, deshacen estos nudos que llevas dentro y ponen tiritas a este corazón roto. Esas grietas en tu corazón sanarán. Volverás a brillar. 

Coserás esas grietas en tu corazón tú sola, te volverás a levantar más fuerte, más tú. 

Brillarás con todo tu esplendor y ese desconocido de corazón puro, será capaz de ver tu luz más allá de tus sombras. Te cogerá de la mano y de dirá “Te veo, veo tu luz. Eres magia”. 

“Y en ese futuro que nunca imaginamos

sentados los dos mirándonos

casa uno en su sofá.

Aquí deseándonos

que todo nos vaya bien.”

“Y eso es lo que fuimos. 

Estrellas que emiten su luz durante un tiempo. 

Capaces de atravesar el Universo. 

Pero destinados a desaparecer después de brillar con su máxima intensidad. 

Un instante. 

Una mirada. 

Un parpadeo. 

Y ya no está. 

Ya no estamos.”

“Ante la certeza que esa sería la última vez que nos veríamos, quién sabe si en otra vida, quién sabe ni en ninguna vida más.

Por eso te escribo, porque invento tu nombre, 

tu historia. Te invento a ti.”

“No deja de ser mi herida, mi (eterna) cicatriz, ese recuerdo de mí mismo que un día fui y que dejé atrás, con toda esa vida que pudo ser y no fue. Hasta siempre, cicatriz.”

Imposible no sentirte reflejada en estas palabras. Duelen. Apuñalan. Pero enseñan, por encima de todo, que de las ausencias se aprende a valorar el presente. El aquí y el ahora. Porque el futuro no existe. Es una ilusión efímera que algún día, o no, llegará. 

Gracias por compartir tus letras, brother!