El amante japonés

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«A los veintidós años, sospechando que tenían el tiempo contado, Ichimei y Alma se atragantaron de amor para consumirlo entero, pero mientras más intentaban agotarlo, más imprudente era el deseo, y quien diga que todo fuego se apaga solo tarde o temprano, se equivoca: hay pasiones que son incendios hasta que las ahoga el destino de un zarpazo y aun así quedan brasas calientes listas para arder apenas se les da oxígeno.»

Os conté en la anterior entrada que «El amante japonés»  trataba de la historia de dos amores de la protagonista, Alma. Dos amores totalmente diferentes: Nathaniel e Ichimei. Puede que estuviera equivocada, que amor pasional solo tuvo uno, que le duró toda la vida – o todas las vidas -, pero ¿quién dice que todos los amores sean románticos? ¿No es acaso la amistad incondicional un tipo de amor? Yo creo que sí, así que en realidad no iba tan desencaminada.

Hay pocos libros con los que haya sentido tantas emociones, tanta pena y alegría a la vez. Isabel Allende es experta en hacernos ver que hay amores inmortales que no tienen un final precisamente de cuento y es esa sensación de realidad mágica y extrema la que nos hace congeniar con sus protagonistas, viviendo su dolor en nuestra propia piel.

No quería terminarlo. Buscaba mil excusas porque era consciente que me quedaban pocas páginas para terminarlo y a la vez era incapaz de no seguir leyendo. He temblado y llorado con las últimas cincuenta páginas, emocionándome con cada letra, con cada palabra que se desgasta con el pasar de las páginas al ser descubierta.

«Aprendió a masticar sus penas sola y con dignidad, convencida de que a nadie le importan los problemas ajenos y que los dolores callados acaban por diluirse».

«Todos tenemos demonios en los rincones oscuros del alma, pero si los sacamos a la luz, los demonios se achican, se debilitan, se callan y al fin nos dejan en paz.»

«Los traumas no desaparecen por desdeñarlos; son una medusa persistente que espera en la sombra y en la primera ocasión ataca con su cabellera de serpientes.»

«Se le estaban acabando las lágrimas y empezaba a distraerse con su naciente amistad con las dos personas que serían lo únicos amores de su vida: Nathaniel Velasco e Ichimei Fukuda.»

A veces creemos que los problemas es mejor guardarlos para nosotros…¿a quién le importa? Pero todo lo que se esconde en nuestro interior acaba por salir; encontrará la manera, puede que nos avise o puede que salga en un ataque inesperado de rabia y frustración que nos acabará marcando el carácter, haciendo que vayamos por la vida con arrugas en el alma de tristezas almacenadas en ella.

«No hagamos promesas que tal vez no podamos cumplir. Vamos a recorrer este camino juntos, paso a paso, día a día, con la mejor intención. Es lo único que podemos prometernos mutuamente.»

«Comprendo que nunca seremos esposos, pero tampoco podemos renunciar a lo que sentimos tan intensamente. Te invito a vivir lo nuestro en una burbuja, protegido del roce del mundo y preservarlo intacto, por el resto de nuestras vidas y más allá de la muerte.»

«Hemos dicho muchas veces que amarnos es nuestro destino, nos amamos en vidas anteriores y seguiremos encontrándonos en vidas futuras. O tal vez no hay pasado ni futuro y todo sucede simultáneamente en las infinitas dimensiones del universo. En ese caso estamos juntos constantemente, para siempre.»

A veces, la pasión y el amor son una combinación explosiva, tan intensa que con ella no es suficiente; tan mágica que obliga a los amantes a no compartir una vida juntos, a no estropear la magia con pequeños problemas que dan la vida cotidiana. Es un amor tan mágico que no admite la simplicidad de una vida en común, llena de altibajos por culpa de elementos externos. Un amor tan especial que solo se puede mantener vivo en los momentos mágicos compartidos, que serán pocos en el total de la vida, porque de otra manera la magia se esfumaría en el ir y venir de un día a día cargado de responsabilidades que desgastan una pareja.

El amor a veces no es suficiente. En el camino de luces y sombras, el amor también requiere en ocasiones sacrificios que no estamos dispuestos a asumir y así, conscientes de la pérdida que eso supone, decidimos de manera consciente que no queremos sufrir, que lo queremos todo o nada, solo dispuestos a aceptar lo bonito del amor. Y es así, como al final, el amor se pierde pasando por un camino de rosas hasta llegar a un bosque lleno de tinieblas que permanecerán en nuestra alma para siempre.

Isabel Allende suele describir a mujeres fuertes e increíbles en sus historias; mujeres que son la base en la que los que están a su alrededor se apoyan. Así fue con Clara en «La casa de los espíritus»,  y por eso yo me imaginaba siendo ella – aunque también me imaginaba siendo Alba -, por eso en «El amante japonés» creí que Alma sería otra de esas mujeres fuertes y no ha sido exactamente así. No me he podido identificar con la protagonista, aunque sí con Irina, a quien acompañamos en la investigación sobre la vida de Alma y su amor incondicional y eterno por Ichimei.

Sí que me identificado, en cambio, con ella Un pasado triste que la persigue; he llorado mucho por y con ella por todas las tragedias que tuvo que vivir en su infancia, dándome cuenta de lo nimias que son mis tristezas comparándolas con las suyas.

En esta historia conocemos a Nathaniel, un hombre que lo sacrifica todo por amor – aunque no por un amor romántico -. Porque hay amistades incondicionales que hacen que seamos capaces de los mayores sacrificios por amor. Aunque no me haya identificado con él, es uno de los personajes que más me han emocionado descubriendo el final de su historia y la razón de su sacrificio.

Lo sé, me he liado un poco explicando mi experiencia con esta novela, pero es que acabo de terminarla justo ahora y mis neuronas y emociones todavía están bailando. Estoy triste por haber terminado la historia y consciente que dentro de un tiempo volveré a ella, y volveré a emocionarme como esta, mi primera vez.

SGS