Qué cosas tiene la vida… Hace días que tengo «mono» de escribir; pero como no estoy especialmente en mi mejor momento no quería hacerlo, porque ya sabía de antemano que lo que saliera no iba a ser precisamente agradable. Y no soy propensa a desahogarme cuando estoy mal; normalmente nadie suele enterarse, o suelen enterarse cuando todo ya ha pasado. Mal hecho, porque siempre le digo a la gente que quiero que me llamen cuando me necesiten, cuando yo no lo hago nunca… si es que soy un desastre.
Lo que decía, qué cosas tiene la vida… Leo apenas hace un momento en un blog «plasmar por escrito lo bueno y lo malo»; y me ha marcado, debo confesarlo. Si el hecho de escribir es un desahogo, la parte mala también entra en el «paquete»; así que lo siento, esta no es una entrada agradable. Intentaré compensar en las próximas. Esta va a ser una especie de entrada/terapia; quiero pensar que al darle al botón de publicar sentiré algo de alivio al soltarlo.
Mensaje de hace apenas una hora de alguien que me conoce muy bien: «Tienes que estar muy muy jodida para quedarte en casa un día como hoy». Respuesta: «Corramos un tupido velo. Estoy bien». ¡Qué mentira más gorda!
Es Sant Jordi, podemos decir que es mi «día favorito» del año, en el que suelo ir a Barcelona, pasear, comprar algún libro, disfrutar de la magia de sus calles y, con un poco de suerte, que algún autor me firme un libro. Siempre lo disfruto. Siempre. Menos hoy, que me he quedado en casa descansando. Y estoy de descansar hasta las narices. ¡Pues no te queda nada, bonita! Esto acaba de empezar.
Y es que, palabras textuales del médico, «el proceso va a ser lento, largo y doloroso». No hay solución para lo que tengo, conviviré con ello toda la vida; pero tengo que luchar – y luchar mucho – para conseguir que el dolor remita y pueda llevar una vida normal.
Mis noches son ahora eternas y dolorosas, a pesar de la medicación. He estado unos días de baja y ha sido peor; he descubierto que trabajar me hace no pensar en el dolor físico, así que puedo sentirme afortunada. Mis días ahora están llenos de citas con diferentes médicos y especialistas, quién me lo iba a decir.
El osteópata – un cachondo – me dijo que nos íbamos a hacer grandes amigos, a lo que respondí: «bueno, no muchos hombres pueden decir que se han subido encima mío estando yo en ropa interior el primer día que los conozco».
Por cierto, ¿habéis hecho alguna vez una sesión con un osteópata? Porque yo era la primera vez… y tela marinera. Yo iba con otra idea, porque lo cierto es que yo pensaba que me harían una sesión de fisioterapia. Llamé, expliqué mi caso y pedí hora y me extrañó mucho cuando la chica me dijo: «mejor te ponemos una sesión con Dani»; y pensé para mí «¿y qué más da quién me dé una sesión de fisioterapia? si total son cuatro máquinas con corrientes y un masaje…». Pues nada, para allí que fui con mi incertidumbre; y al llegar ya vi que no iba a ser un masaje, porque me pasó a una sala aparte.
¿Sabéis cuando en las películas matan a alguien girándole el cuello? Pues así me sentí yo. Pensaba… «vale, o me arregla o muero directamente». Y sino cuando se subió encima mío en la camilla y me crujió todas las vértebras de la columna una por una… que no duele, pero da una grima que no os podéis imaginar.
Y al final de la sesión pasó algo muy curioso. No soy de las que cree en horóscopos, energías negativas, chacras y esas cosas; pero hizo algo que todavía no logro entender. Me tumbé boca arriba; él posó una mano en el foco del dolor y otra justo en la parte superior, se quedó quieto sin hacer nada y dijo: «cuando no sientas dolor avisa»… y tras quince minutos así, en silencio los dos y sin hacer nada, para mi sorpresa, el dolor desapareció por unas horas. Sentí paz. Y no hay nada que yo pueda hacer para agradecerle las horas de paz que me regaló; y por primera vez en mucho tiempo pude dormir toda la noche del tirón.
Así que sí, el proceso va a ser lento, largo y doloroso; pero sé que voy a estar muy acompañada por grandes profesionales que me ayudarán, pero sobre todo voy a estar muy acompañada por toda la gente que me quiere.
Yo no estoy acostumbrada a caer. Bueno, a caer sí; lo que no estoy es acostumbrada a derrumbarme, a perder el control. A llorar desconsolada por no saber qué hacer. Y eso me desestabiliza porque no sé lidiar con esta sensación. Suelo ser una piedra, o por lo menos suelo mostrarme así, no me gusta que se me vea vulnerable. Pero como dicen: «Caer está permitido. Levantarse es obligatorio.»
Así que sólo me queda decir una cosa: a los que me enviáis mensajes de ánimo, a los que me llamáis para ver cómo estoy, a los que me llamáis para hacerme reír y, en general, a todos los que estáis ahí….
GRACIAS.
SGS
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