A mí también me enseñaron…

(Le dedico esta entrada a una chica que me sigue y que hoy ha escrito sobre el mismo tema del que yo voy a hablar. Espero que mi experiencia le sirva para algo).

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Hubo un tiempo en que había una palabra que estaba muy de moda, todo el mundo sabía lo que era; pero al igual que la chica a la que dedico esta entrada, a mí también me enseñaron lo que es la palabra MOBBING… y lo aprendí muy bien. Es algo que no le he contado a nadie, o no se lo he contado con demasiados detalles porque era demasiado doloroso e insultante. Espero que mis palabras sirvan para alguien que lo haya vivido o lo esté viviendo y quién sabe, le ayude en algo; quizá sirvió para algo.

El porqué todavía no me lo explico. No me considero una persona insegura en ningún aspecto, soy consciente de mis habilidades y de mis defectos y los acepto; por eso no he llegado nunca a entender cómo me dejé manipular y denigrar de esa manera. Fue mi primer trabajo como educadora infantil y esta fue mi experiencia.

Lo que decía:

A mí también me enseñaron lo que es levantarte para ir a trabajar y vomitar la cena de la noche anterior por miedo.

A mí también me enseñaron lo que es adelgazar sin motivo por el estado de nervios en que te encuentras.

A mí también me enseñaron lo que es coger el coche y desear tener un accidente para no tener que ir a trabajar.

A mí también me enseñaron lo que es emplear tu hora de la comida para llorar desconsolada mientras la cocinera de la guardería te dice que te vayas, que no vale la pena, que tres chicas habían pasado por lo mismo antes que yo y apenas habían aguantado quince días… y yo llevaba tres meses.

A mí también me enseñaron a recibir insultos, palabras de asco, humillaciones y creértelo.

A mí también me enseñaron a mirarme al espejo y ver a una inútil en el reflejo.

A mí también me enseñaron a no contarle a nadie lo que te pasa porque crees que mereces lo que te ocurre.

Me enseñaron tantas cosas…

Era mi primer trabajo como educadora infantil. Todo eran ganas de empezar, ilusión y motivación. Al principio todo fue muy bien. Yo estaba de auxiliar de aula, pero al cabo de dos meses mi compañera tuvo un accidente de tráfico y cogió la baja. Como yo ya me había hecho con los niños y los padres la directora decidió que yo me encargaría de la tutoría del aula y la coordinadora del centro haría de auxiliar para no tener que contratar a nadie. Fue aquí cuando empezaron los problemas. Una vez en clase, la coordinadora me dijo que yo no tenía ninguna titulación universitaria así que ella haría de tutora, que lo había hablado con la directora y seguiría de auxiliar.

Desde el primer día todo fue mal. Lo primero que me dijo fue que yo estaba allí exclusivamente para cambiar pañales, que era para lo único que servía. Lindezas como esta fueron la constante día a día. Yo no contestaba porque estaban los niños delante y no quería montar ningún numerito delante de ellos y ella se aprovechó de ello.

Y así fueron pasando los días hasta que sucumbí a la tristeza, los vómitos, la frustración y el pánico por ir a trabajar.

La cocinera era la única que hablaba conmigo y me creía; me decía que solo había una solución: marcharme. Que la coordinadora no iba a parar hasta que me fuera; pero yo me negaba, había una parte de mí que todavía conservaba una pizca de orgullo. No había salido adelante habiendo enterrado a un hermano y cuidando durante dos años de una abuela con alzheimer para que ahora una indeseable me amargara la vida y encima ganara.

Me gustaría poder decir que gané la batalla, que finalmente le planté cara y todo terminó. Pero la triste realidad es que no fue así. Finalmente me rompí y tuve que irme por la puerta de atrás. Pedí hora al médico porque quería pedirle un par de días libres con la excusa que me dolía una muela y juntarlo con un fin de semana, así tendría cuatro días libres para desconectar y renovar energías. Pero en cuanto el médico me vio intuiría algo porque me preguntó si me pasaba algo, y no pude hacer otra cosa que empezar a llorar y soltarlo todo. Me dio la baja inmediatamente y dijo que yo no podía volver a ese lugar de trabajo.

Cogí la baja durante un tiempo. Finalizó mi contrato y como era una guardería pública tuve que ir al ayuntamiento en cuestión a buscar los papeles. Solo encontré malas caras de la responsable de recursos humanos, así que al final le conté lo que ocurría en esa guardería y acabé por quejarme a la Generalitat. Conseguí que la echaran, pero no lo que no conseguí fue consuelo ni una palabra de perdón.

Esta experiencia dejó huella en mi durante un tiempo, me hizo sentir insegura. Volví a trabajar en una guardería y no era yo. Necesitaba la aprobación de mi compañera para todo lo que hacía; ella fue muy comprensiva cuando se lo conté y me dijo que me dejara llevar, que disfrutara de la experiencia, así que poco a poco, volví a encontrarme.

Por diversas razones los siguientes años tuve que dedicarme a trabajar de administrativa, algo que se me da bien y aunque no me gusta igual, también lo disfruto.

Años más tarde de mi triste paso por la primera guardería hice un curso de Inteligencia Emocional orientado para trabajar de cara al público, donde se enseñaban estrategias para tratar con la gente. Uno de los temas que se trató fue el mobbing. La chica que daba el curso es psicóloga, coaching y experta en inteligencia emocional y me ayudó muchísmo a entender el porqué de mi experiencia. En un principio no entendí muy bien lo que me decía, pero con el paso del tiempo creo que ya lo  he entendido.

Me dijo que las personas que – como yo – son atacadas así en un trabajo en el fondo no están siendo atacadas por hacer algo mal, sino más bien todo lo contrario. Ella me dijo que es la envidia lo que mueve este tipo de ataques, por llamarlos de alguna manera. Que la insegura es la persona que ataca con insultos, humillaciones y vejaciones porque siente que le están pisando su terreno, porque sienten que eres una competencia directa y se sienten vulnerables. En ese momento sentí que la estaba excusando, que no entendía que la que sufría la humillación era yo.

Creo que ahora que ya ha pasado mucho tiempo puedo entenderlo. Ella sentía que yo le quitaba el cariño de los niños, pero lo que ella no sabe es que para mí nunca fue una competición y pagué un precio muy alto por su incapacidad para entenderlo.

Esta es una de las entradas más duras que he tenido que escribir porque es algo que no suelo contar con tanto detalle, porque duele. Duele pensar que un día me dejé pisar, insultar y hundir.

Que finalmente perdí y me tuve que ir por la puerta de atrás.

Espero que mi experiencia, lo que he contado, le sirva a alguien que lo esté viviendo en primera persona.

Y como siempre, gracias por leerme.

SGS